A LA STA. MANUELITA FERNÁNDEZ

 

Yo no voy a decir vulgaridades

cual los malos poetas acostumbran.

Gracias, hechizos, ojos que deslumbran

esas son para mí barbaridades.

 

Las notabilidades

decimos cosas grandes,

sublimes, sorprendentes,

como las cimas de lo altos Andes,

 como sus cataratas y torrentes.

 

¿Qué dijeran mañana las naciones

si hoy que mi voz altísima levanto

 para ensalzar en melodioso canto

tus magníficas, raras perfecciones,

saliera con canciones

 de ruín, vulgar coplero,

como lo es, por ejemplo, aquí, Arboleda,

 como en la antigua Grecia, un tal Homero

 y cómo allá en España fue Espronceda?

 

¡No! ¡Quiero yo que mi cantar sonoro

 al mundo literario maraville,

 y que en los tiempos venideros brille

escrito en letras de diamante y oro;

que su mayor tesoro

mañana en el ostente

el Parnaso español, y que mi nombre

en los siglos futuros y el presente

más que otro, alguno a quien lo mire asombre!

 

Escucha, pues de mi templada lira

los ecos melodiosos y atrevidos

porque quiero alagar ya tus oídos

 con lo que el númen a mí mente inspira.

 

Óyeme, sí, y admira hermosa Manuelita

 el canto que a entonar voy si me dejas:

Tú eres una muchacha muy bonita

 y yo diera por ti mis dos orejas.