RECUERDO

 

Allende ese vasto océano
que surcan ligeras naves
y en cuyas plateadas ondas
a hundirse el sol va en la tarde;

 

Allá do su altiva frente
un tanto abaten los Andes,
y un hermoso puente forman
entre dos inmensos mares;

 

allá de mi dulce patria
en las riberas distantes,
de donde mi cruel destino
ha querido hoy alejarme;

 

dejo un objeto querido,
el objeto ¡ay! , más amable
el solo bien que poseo
lo que más para mí vale.

 

Pensando en él vivo siempre,
está en mi mente constante
y jamás de mi memoria
podrá llegar a borrarse.

 

Por él con ansia deseo
volver a los dulces lares
donde mis años primeros
se deslizaron fugaces.

 

Al verme de él apartado

 mi triste pecho se abate,

 y de mis lánguidos ojos

ardientes lágrimas caen.

 

No es un deudo ni un amigo,

no es una mujer amante,

que allí deudos yo no tengo

ni nadie que sepa amarme.

 

Yo soy huérfano, soy solo

como la palma que nace

en medio de ancho desierto

sin otra que la acompañe.

 

Allí no hay quien piense en mí,

quien por mí un suspiro exhale,

ni quien de mi triste nombre

se acuerde acaso un instante.

 

Pero existe allí ese objeto

y por siempre es el quien hace

que por mis nativas playas

férvido llanto derrame.

 

Lo recuerdo en la mañana
cuando brillante el sol nace,
y cuando en el occidente
moribunda su luz arde.

 

Muchas veces en la noche

suelo de él estar delante,

y con llanto humedecido

mi lecho hallo al despertarme.

 

Cuando miro a mi redor

a mi memoria la atrae,

pienso en él si zumba el viento,

pienso en él si canta el ave…

 

Que al dejar el patrio suelo

y mi  adiós postrero al darle,

no olvidarlo le juré

con triste voz sollozante.

 

Cuando mi alma a Dios se eleva

en medio de los pesares

yo le pido que benigno

no un favor quiera negarme.

 

Sí, le ruego no permita

que mi triste vida acabe

sin que cerca de ese objeto

siquiera un momento me halle.

 

Que lo contemple una vez

(una vez será bastante)

Aunque después al sepulcro

para siempre a dormir baje.

 

Que ese objeto es para mí
lo que en el mundo más vale,
porque ese objeto querido
es... ¡la tumba de mi madre!